A pesar de que cada vez más recurrimos a los jerseys y chaquetas, y de que nuestra línea cada vez queda menos expuesta bajo las prendas propias del otoño-invierno, es bueno seguir manteniendo la figura, y evitarnos trabajo que hacer el año que viene cuando estrenemos prendas ligeras y comience la conocida “operación bikini”.
Por ello, y siempre teniendo la salud como principal motivación, hemos de cuidar nuestra dieta a lo largo del año, y para ello lo más importante es estar informados acerca de qué comemos realmente y tener una cultura gastronómica saludable.
En este sentido, las grasas son unos de los grandes iconos conocidos por todos y estigmatizadas por la mayoría, de manera injusta en muchos casos. La razón es que no todas las grasas son malas, debiendo, por tanto, alejar el referente de fast food o comida basura cada vez que oímos hablar de ellas.
Lo más conveniente será, por tanto, saber cómo pueden actuar sobre nuestro organismo determinadas grasas: ayudan a mejorar la apariencia de nuestra piel, a mantener nuestras articulaciones en buen estado y tiene varios beneficios en el sistema nervioso.
Los tipos de grasas se dividen en tres grupos: grasas-trans, saturadas e insaturadas. Las primeras perjudican nuestra salud y hacen lo propio con nuestra apariencia (bollería industrial, alimentos procesados); las segundas pueden ser perjudiciales o no dependiendo de su estructura (lácteos, grasas animales, etc.); las grasas insaturadas, por su parte, no sólo no son perjudiciales para nuestra salud sino todo lo contrario.
A pesar de que, sean insaturadas o no, las grasas contienen muchas calorías y debemos de controlar su consumo, podemos encontrar grasas beneficiosas en alimentos como el aceite de oliva o de girasol, los frutos secos, las aceitunas o el aguacate, y en pescados azules (pez espada o emperador, merluza, atún, etc.).